miércoles, 16 de julio de 2008

Prolijo (un cuento como tantos)


Prolijo




se alisó bien el cabello
limpiecito y oloroso
camisa nueva
pantalón planchado
-bien marcado el quiebre-
los zapatos destellaban
como sus dientes
la sonrisa blanca
digna de una propaganda
de algún dentrífico


sus últimas monedas
en un ramito de rosas rojas
para que intuyera el amor/pasión
que lo embargaba


le costó dar con la dirección
-nunca se la había dado-
recurrió a la guía de teléfonos
(siempre hay una luz en alguna parte)
pensó /mientras sonreía
imaginando fiestas ante la sorpresa


llegó/el conserje lo dejó pasar
traía un ramito de rosas
para la señora del 2A


se arregló bien el cuello de la camisa
miró sus zapatos
las manos/ sí /las manos
debían estar bien arregladas
las uñas sin una muestra de nada


tocó el timbre
tardaron tres minutos en abrir
-mientras-
los perros ladraban sin descanso
alli estaba ella / tal como la soñaba
lo miró fijamente / no dijo nada
hizo una mueca de desprecio
y le tiró la puerta en la cara


cinco minutos más tarde
chirria el frenazo de un carro
en la calle del edificio


¿que pasó?
-gritó desde la cocina a la hija
la señora del 2A-


un tipo que atropellaron
-informó desde el balcón-


en el pavimento
unos pétalos de rosas rojas
volaban libres
y al voltear el gendarme el cuerpo
nada podía distinguir
de aquel rostro anegado en lágrimas


no falta decir más
-ciego anduvo
cinco minutos después-


¿la vida? / la vida ya la había perdido
frente al 2A








Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: tan común este cuento, que ni merece ser historia, ni poema, ni nada.
Julio 16 de 2008

sábado, 5 de julio de 2008

Los besos no deben romperse (cuento de Virginia Guida)


Los besos no deben romperse
(Click en el título y conocerás más sobre la Autora)



(Cuento de la Escritora argentina, Virginia Guida)




Un beso cayó en la vereda. Miré para arriba suponiendo que habría caído desde algún edificio y lo tomé suavemente con un poco de temor para no romperlo.
"Los besos no deben romperse", me decía siempre mi abuelo Carlitos y una lágrima le rodaba por su mejilla cada vez que me mostraba la foto de Lucía, aquella jovencita de quien se había enamorado antes de casarse con mi abuela.
Una alta torre de departamentos se levantaba frente a mí y me quedé escuchando esperando algún grito de reclamo, quizá de alguna adolescente a quien se le había caído al querer robarlo. No escuché nada.
Me paré delante de los timbres y comencé a llamar empezando por el piso 20 , departamento “A” y así hasta llegar al 1“B”. No quise tocar en la planta baja porque de ahí no podía haberse caído.
-Perdone…a usted se le cayó un beso a la vereda?-
Quéeeeeeee????-
Qué dice??????-
No está la señora…
-A quién busca?
Diferentes y ridículas respuestas fui escuchando de cada departamento como si el haber encontrado un beso caído en la vereda fuera algo tan extraño.
Cuando ya estaba por irme, me volví. Una anciana con los ojos llorosos y un pañuelito blanco en la mano que acababa de salir de un departamento de la planta baja, se acercaba lentamente hasta abrir la puerta:
-Señora- le dije- este beso es suyo?
Sin decir una palabra, abrió el pañuelito y dejó caer en él el beso que yo tenía en mi mano, lo envolvió despacito, me abrazó débilmente y se metió otra vez en el edificio mientras balbuceaba:
-Ay Carlos...Carlos…los besos no deben romperse... ya te lo dije…









(Publicado por Virginia en Predicado.com. Rosalena_5/ 21 de enero de 2006)