domingo, 22 de junio de 2008

Ingenuidad (Cuento)


Ingenuidad




Recibía el sol que la bronceaba en todo el cuerpo, la arena de la playa dejaba ver en su cuerpo, minúsculos globitos de oro.
El viento danzaba entre las palmeras y el olor a mar invadía los sentidos.
Con los ojos cerrados, acostada boca abajo, recordaba otro día, otro mar y otro sol que la acariciaba.
Un reflejo dentro de los párpados la hizo abrirlos abruptamente.

Un hombre estaba parado a su lado, doblaba su torso para acercarse a ella, besándola suavemente sobre los labios entreabiertos.
Se recostó a su lado, dejó caer su mano sobre las nalgas de la mujer que ya doraba de sol.
Le dijo cerca de su oído- será mejor que nos vayamos, debemos aprovechar las horas-

Se desperezó un poco, estiró las piernas, se levantó y sacudió levemente la arena que la cubría.
Llegaron a la habitación del hotel, terminó de quitarse las chicas prendas del bañador.
El hombre previamente había puesto a punto la tina para que se bañara nada más llegar a la alcoba. Lo hizo lentamente, dejando que los aceites lubricaran su piel y la espuma de baño dejara en ella aromas de flores silvestres.
Salió del baño, el hombre la esperaba con una copa de vino espumante bien frío. Hicieron el amor. Rabiosamente. Tiernamente. Indefinidamente. Porque cada caricia parecía eco en cada orgasmo que iba sintiendo.

Pasaron unas pocas horas . El hombre se levanta de pronto, va hacia el baño, se ducha , se viste y se despide de la mujer, con un beso largo, muy largo.

A los quince minutos, tocan la puerta de la habitación, la mujer vestida con unas bermudas y una camisa enrollada sobre la cintura, abre solícita y se abraza al hombre.

_ Mi amor- le dice la mujer, con voz sugestiva y regañona- ¿por qué tardaste tanto en llegar?
-Te extrañé a rabiar en esta soledad a la que me tenías sometida-
-¿Cómo te fue de viaje?- ¿El vuelo? ¿Sin turbulencias?-
-Yo, aquí mi vida sola y aburrida, esperando por ti.-
-Sí mi amor, no te preocupes, tranquilo, espero te duches, estoy ansiosa por hacer el amor, hace tantos días que estamos separados que ya no aguanto más.-
¿Cómo dejaste a los niños? Mamá se quedaría feliz con ellos-
-¡Anda amor!, ¡apúrate! que sólo he estado pensando en ti y en este momento...

Migdalia B. Mansilla R.
17/08/04

viernes, 13 de junio de 2008

Todo comenzó con un Redimir la absurda costumbre... de Viviana Álvarez


redimo la absurda costumbre
de buscar en espejos
el tiempo perdido


©Viviana Álvarez

me detiene esta monotonía
de Presencias huidizas
en tiempos encontrados

ahí donde escribes
en este bar de almas.

diana


hoy cuando el otoño me atropella
en este ni saber si existo
no es consuelo la palabra
a pesar del prolijo
peinado de los cielos


Migdalia

y busco en andenes
el rostro que huye
sin detenerse
a expiar pecados

Viviana


no se detienen los trenes
aquí toda estación se vuelve otoño

diana


sigo surcos de ausencias
encuentro la nada
me sumerjo en lo absurdo

un guardia vestido de azogue
refleja el rostro de otra
que no el mío

migdalia


Será que somos otoño...
el ocre brilla irresistible
no nos detenemos

el tiempo otorga la ausencia
-que es presencia-
amalgama jazmines
en las pupilas

Elisabet


hojarasca que pisamos
sin remordimientos
árboles desnudos
frío/savia
ramas que claman como cruces
la redención de la vida

Migdalia




Falta poco
para la primavera.
Este invierno es una eternidad
mi flor no sorportará tanto duelo.

SANTOAMOR




en el camino del asombro y los insomnios…

pueden suceder muchas cosas
descubrir que el amor
es un extraño pasajero
casi siempre solitario
casi siempre errante
buscando una estación
para apearse

Beatriz Martinelli



¿Y si no se apea?
¿si persiste en su insistencia?
ese fugaz polizón con destino
que a veces pasó de largo
a veces queda.

diana


y si persiste en rubricar contornos
abrazar la mudez del tiempo

si insiste en retocar latidos
y fluyen mariposas

-no habrá tren sin guarda/
del andén quedará preso-
palpitará palabras
dispersará otoños
para encandilarte dama

Elisabet




amanecí una tarde cualquiera
en la plaza que nunca nos vio
insistí en la búsqueda
sin entender que
no se encuentra
lo que no se tuvo
ni se halla
lo que no fue


Beatriz Martinelli





colorin colorado

queda el Guarda
circunscrito a su traje gris andén
ebrio del colorinche ajeno
apagó en su vida toda la espera
ardiente tren combustión a leña
detuvo su ruido a lata
asoma un tal vez en el vagón pullman
un pasaje se extiende a lo posible
la mujer absorbe todo lo gris
el hombre todo su paisaje.

diana poblet -





Autores: Viviana Álvarez, Diana Poblet, Elisabet Cincotta, Juan Sagardía (Santoamor), Beatriz Martinelli, Migdalia Mansilla.

martes, 10 de junio de 2008

Lo maté (Confesión) / Narrativa de Elba Bermúdez


LO MATÉ (CONFESIÓN



Perdonarme:
Fueron años de tragedia.¡Lo tuve que matar! Se me iba la vida esperando que funcionara.Cuando empezamos nuestra vida, pensé que había encontrado una aliadoQue me facilitaría la vida, que me haría sentir feliz a la hora de una reunión familiar;o por las noches, cuando quería calmar mi sed.Pero desde un principio fue un fracaso, nunca fue lo que esperaba…y con el tiempo fue de mal en peor.
Me dejé deslumbrar por lo que decían los demás de el ¡todos lo admiraban!
Por eso cambié al que fue antes mi compañero…Dios sabe cuánto pesar sentí el día definitivo de la separación, el pobre.
Le arrojé a otra vida que quizás no merecía, supe que una desconocida le acogió en su hogar. Me alegré por él ya que yo había escogido a este otro llena de ilusión.
La verdad en el fondo, la culpa, por dejarlo, me atormentaba, quizás por esa manía de aferrarnos al ayer o a lo que hemos vivido, he sabido que aún es útil en complacer a su nueva compañera.

Pensar que él siempre fue estupendo conmigo y con todos los que me visitaban. No como este otro, que nunca me complació ni en los inicios.
Y es que es un fraude, esperé que me dispensara con amor el remedio que calmaría mi sed, pero sólo podía saciarla atendiéndome yo misma. Y me cansé, dejé de quererlo y comencé a añorar el pasado y a mi ex compañero de antes y desear que el intruso desapareciera sin dejar rastro.

Últimamente era más inútil que nunca y por eso empecé a planear como deshacerme de él, que me destruía todo, nada conservaba, todo se dañaba dentro de él y por ende me dañaba a mí. ¡Cuánto he perdido!¡Cuánto llegué a odiarlo! a veces soñaba que me desprendía de él por cualquier otro, el que fuera, cualquiera sería mejor que ese cercenador que todo lo pudría.
Mira que lo consideré, era un asco.

¡Mírenlo! Tan bello que era y ahora está hecho un cadáver inútil que quizá nadie recogerá de la basura…a decir verdad, seguramente podría hacer feliz a alguien que se conformara con poco, yo ya le odio tanto que le condené a no vivir sin oportunidad o esperanza de otra vida, era él, o yo, la decisión se tomó.
¡Soy yo!

COMPRÉ OTRO REFRIGERADOR!



Elba M. Bermúdez L.
Caracas – Venezuela.

Amantes /Prosa de Elisabet Cincotta



AMANTES




Él y yo vivíamos lo prohibido, andar a deshoras por las calles, encontrarnos en una esquina sin un beso ni un abrazo, movernos uno al lado del otro sin hablarnos. Luego entrar con rapidez, casi cándida, al amor de un lecho alquilado para descubrir los cuerpos con urgencias, sin pausas.

Él y yo nos mirábamos desde lo hipnótico del sentimiento perdiendo la noción del tiempo, deseando que el reloj nunca avanzara sus crueles agujas.

Él y yo trasladábamos lamentos al loco embriagador deseo, conteniendo el deleite para emborracharnos. A veces enredábamos palabras entre pinturas, poema y música. Congeniábamos en términos, proyectos, política, hijos... metas. Superábamos los temores en un café que nos ofrecía el bar de algún empedrado, intranquilos bebíamos porque nos vieran sonreír enamorados.

Él y yo éramos fuego clandestino, ilegales juegueros del romance, sol, calor, nido sin domicilio… él y yo éramos amantes.


Elisabet Cincotta
de "De laureles y olivos"

lunes, 9 de junio de 2008

En el laberinto del vivir





En el laberinto del vivir






Camino en un laberinto de muros altos y paredes gruesas, que no dejan paso de luz exterior. Miro hacia arriba y encuentro allí la posibilidad de elevarme y liberarme de las serpentinas de este juego infernal, pero no tengo alas, ni pértiga alguna para poder saltar.
Caminar primero y correr después en la angustia de no encontrar el paso que me lleve a la puerta de entrada, que es la misma que da la salida y que me liberaría de esta cárcel que me hace volver y encontrar los callejones cerrados que me dicen, que las metas se luchan en los vericuetos de la vida que nos toca vivir.
Mis manos tropiezan, arañan y se hacen jirones, se descarnan las uñas. Los pies desnudos se encallecen de tanto andar sin saber si al final, se muere una, ante la puerta de la libertad.
Encerrada estoy como pobre conejillo de indias, experimento absurdo, tenaz, para saber del instinto que se pretende inteligente y que no pasa de ser un intento de supervivencia.¡Cuántas veces no nos hemos sentido inmersos en esos laberintos sin salida alguna!
¡Si sólo escucháramos alguna señal!
¡Si sólo vislumbráramos alguna luz que guiara!
¡Si sólo dejáramos que los sentidos hablaran!
Quizás tropezaríamos con la salida fácil,que al mirarla bien, ni puerta tenía...

¡Si sólo supiéramos del minuto siguiente!


Migdalia B. Mansilla R.
Mérida, 13/01/2003

domingo, 8 de junio de 2008

En dos /cuento breve


En dos


Un día de agosto, el hombre cayó en tierra, clamaba a Dios su tormenta. De repente, un estruendo estremece el silencio, mira hacia el cielo, una luz le ciega. Piensa , "he sido escuchado" y en ese instante... un rayo lo partió en dos.



Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: nada es igual ni diferente, ni las horas de las fechas, ni los lugares donde clamar a Dios...
Octubre 30 de 2006

martes, 3 de junio de 2008

El severo Don Evelio. Una Sátira de Elba Bermúdez




Don Evelio era el Jefe Civil de un pueblito donde acostumbrábamos a ir cuando yo, hace mil años era pequeña, pasábamos allí dos o tres días en casa del señor Severino, un amigo de la infancia de mi padre, a mi, sinceramente no me gustaba, porque tenía unas manchas en la piel que me asustaban: y siempre estaba sentado en una mecedora de bambú en el Zaguán mirando las novedades del pueblo, Luego, proseguíamos hacia otros lugares.



Esa es la imagen que tenía al recordar el inicio de las vacaciones. ..Ese pueblo y sus personajes: Don Evelio, el Jefe Civil sumamente serio, demasiado diría yo, hasta temido, nunca reía, detrás de el bigote apenas se apreciaba una raya oblicua que eran los labios que apenas despegaba para responder el “ buenos días Don Evelio “ con el que todos le saludaban al verlo pasar.



Un día, hubo un robo el la barbería del pueblo, donde también peinaban señoras, de la vitrina se llevaron una peluca de damas. Fue el hijo perdido de la doña María, la viuda que vendía dulcitos hechos por ella en la bodeguita que tenia el señor Juan, (otro mal encarado) y es que en ese pueblo parecía que lloviera vinagre en vez de agua cada mañana. Todos pensaron que fue él y lo corretearon por todo el pueblo a pedradas como corresponde a un ser indeseable en los pueblos olvidados de Dios.


La marca quedó allí y cuando pasaba cabizbaja la viuda le gritaban: “¡Ahí va la mamá de ese perdido. Florencio estará retorciéndose en la tumba al saber de su hijo “marica” , mejor que murió!" -decía la vieja “Lengua de hacha”´- (como le llamaba el señor Severino)


Así pasaron dos vacaciones y siempre oía el solito _Ahí va el que se robo la peluca_ / ahí va la mamá del “marica” roba pelucas_ ¡Pobre gente! pensaba yo, siempre amante desde pequeña de la libertad del alma. Lo cierto es que en esa oportunidad al llegar, el señor Severino le contó a mi padre a voz baja para que no escuchara ni mi madre ni mis hermanos las novedades del pueblo. Resulta que se murió Don Evelio dijo a voz, para luego susurrarle algo. Esa noche oí a mi padre contarle a mi madre los detalles: Don Evelio, murió de un infarto fulminante, lo encontraron boca abajo con la peluca robada tiempo atrás, puesta, desnudo como vino al mundo y maquillado como una princesa…por cierto, la voz de mi padre tenía un tono de jocosidad, para mí, hasta ese momento, desconocida.
















Elba Bermúdez

Recuerdos I. Un cuento breve de Elisabet Cincotta




El camino de tierra colorada, a su vera un exuberante verde en mil tonalidades, con la más férrea intención de invadirlo como réplica al machete humano que lo pretende limitar, más allá una cascada musiquera inunda el silencio.
El camino, una senda que me lleva hacia tu casa de madera vencida por el tiempo y la lluvia. Un aroma a leño quemado se apodera de mis sentidos y me anuncia la cercanía.
Descalza me esperas en la puerta, diez niños guaraníes espían por la ventana.
Una lágrima se me escapa cuando me recibes con un grito al monte: ¡Llegó la maestra!







Elisabet Cincotta

lunes, 2 de junio de 2008

De historias grabadas en la piel



Me encontraba en una de esas "colas" inmensas que se forman en los Bancos, sobre todo, en días de pago fijo a trabajadores activos o a jubilados o a pensionados, de todos los ministerios posibles existentes; sí, allí estaba tratando de pensar en mil cosas agradables, lanzando frases, a ver si mis compañeros de fila seguían, para comenzar alguna conversación y hacer así, más llevadera la espera. En eso alcancé a oir a una pareja de jóvenes que hablaban de relaciones amorosas, eso no tendría nada de extraño y hubiese pasado desapercibido a mis oídos a no ser porque escuché lo siguiente: " es que no se por qué se casan, será para estarse mirando las caras, porque a sus edades, creo que de lo otro, nada de nada "


De pronto, algunos de esos llamados de edad, los cuales eramos mayoría, nos miramos y una sonrisa de complicidad silenciosa se hizo presente en todos, y así sin poderlo evitar, seguimos conociendo la historia de esa pareja aludida; y es que en esas filas tan grandes, donde estamos muy juntos, casi apretados, difícil es no escuchar al otro. Así que los jóvenes sin percatarse del tono de sus voces, siguieron enterándonos de las intimidades de esa "extraña pareja" que no tenía según ellos, el derecho de unirse en matrimonio..."-pero es que Lucía, díme para qué se casan, son unos viejos de cincuenta y tantos años, ¡por favor!, seguro que la luna de miel, será para jugar cartas en la cama"
Aquí no resistí y miré a la pareja, ciertamente jóvenes, ciertamente ligeros en su razonar. De repente pensé en esos "viejos de cincuenta y tantos años" según ellos, incapaces de sentir y hacer el amor.


Y pensé en todas las historias que tengo grabadas en mi piel y en las historias que de seguro, todos ustedes tendrán grabadas en sus propias pieles. No tuve que salir corriendo a mirarme en un espejo para saber cómo me veo, cómo luzco. Se cómo me veo y cómo luzco, pero lo más importante es que se cómo me siento. Y me siento Viva, Vital, no necesito cambiar el órden de los números que suman mis años, 51, para sentirme de 15 o los próximos 52 para que sean 25. No, me siento como una mujer de 51, que si la pinchan con una aguja, siente, que si la pellizcan, pega un salto y grita porque siente dolor en su carne. De igual manera, una caricia, un abrazo, un beso, también me hace sentir, porque estoy viva.


Seguí pensando en los jóvenes de hoy que viven en la carrera de sentirlo todo ya...y recordé mis años de ayer y me vi corriendo también. Pero hoy, si me escucharan los jóvenes les diría: puede ser que en esa luna de miel haya un juego de cartas sobre la cama, pero para llegar a ese juego de cartas, tuvieron que pasar años, de conocerse a uno mismo, de crecer, de sentir que ese momento es mágico, que llega porque la pasión aunque intensa es sosegada, sin prisas, sin angustias, sin esperas de grandiosidades, sólo estar y sentir que ahora no es sólo la entrega de unos cuerpos o el saciar instintos por ser hombre y mujer del reino animal. Es la fusión de dos seres que esperan, quieren y asumen el terminar, quizás de sus vidas, en un mismo camino, en una misma querencia, en un sólo amor. Es más de paz el sentir, es más de compartir y complacer y más de ser el uno para el otro. No somos a esta edad y a ninguna otra, eunucos para el amor. Vivamos grabando la historia de nuestro gran amor en la piel que nos queda hasta el último día de existencia, que luego, las mismas historias serán recordadas como las historias del alma que vivimos en la vida que nos tocó vivir.

Migdalia Mansilla Rojas


03/02/2002

El peso de la culpa /Cuento


Caminaba siempre cabizbaja, los hombros tirados hacia delante, como si fuera Atlas cargando sobre ellos el mundo, la tierra entera. Caminaba siempre arrastrando los pies, haciendo sonar las suelas de sus zapatos que ya acusaban el desgaste de tanto arrastre, los agujeros que se iban formando en los mismos, ya no protegían a los pies de la tierra, del agua, de las piedrecillas, de nada de lo que iba encontrando por los caminos que siempre recorría. Los mismos pasos, la misma vía, día tras día...
Se escuchaba la bulla en la calle, niños corriendo, jugando, gritando, mujeres y hombres que iban y venían con sus avatares, con su hacer diario, con sus vidas, pero ella no escuchaba el ruido, ella escuchaba sólo el silencio que habitaba en ella.
Procuraba no mirar a nadie, la gente había olvidado el sonido de su voz, el color de sus ojos y las formas de su rostro. A veces no hace falta morir para dejar de existir. Sólo el pulpero que le dio trabajo como aseadora, notaba su presencia, sabía que vivía en alguna parte, al final de la calle, que se llamaba Rosaura y que un día lejano ya, fue una mujer alegre y hermosa que tenía una vida por delante.
Rosaura, la amiga siempre fiel y presta, la que acompañaba al enfermo, la que bailaba sin descanso y era el alma de la fiesta. Era uno de esos seres que arrimaba siempre el hombro para ser apoyo o remanso de paz.
Un día, lleno de luz, Rosaura conoce a Ramiro, joven soñador, romántico, un hombre que creía que las estrellas eran del tamaño que se veían, que podía tomarlas y que cabían en la palma de su mano.
Ramiro y Rosaura se amaron , como se aman las parejas que sienten nacieron el uno para el otro. Se casaron y tuvieron un hijo al que llamaron Alí.
Hasta aquí esta es una historia común y corriente, una historia igual a tantas historias con el mismo vivir de cada día, pero Rosaura no sabía que había alguien más que soñaba con ella, que la perseguía, que la acechaba en noches de luna llena o al pasar por los mismos lugares, la plaza del pueblo, la Iglesia, el mercado. Sus ojos no tenían otro destino que no fuera Rosaura.
Una mañana fría Ramiro tuvo que emprender un viaje al pueblo vecino en busca de unos aperos para la granja del que era capataz. Rosaura quedó sola en la casa atareada como siempre en las cosas del hogar, Alí asistía a la Escuela. De repente, al mirar por una ventana se encontró con el rostro que siempre veía como una sombra en todas partes, la siguió hasta a la puerta y sin poderlo evitar la invitó a entrar a la casa. Traía Virginia un trozo de pastel de limón y un jarro de leche fresca. Rosaura azorada al principio la hizo pasar a la cocina donde se sentaron y comenzaron a compartir la merienda que Virginia había traído, le dijo que vivía dos casas más abajo y que trabajaba por las tardes en el consultorio del doctor del pueblo y que siempre la esperaba para verla pasar.
Rosaura se encontró con los ojos negros de Virginia y su rostro se encendió porque ni en Ramiro había visto brillo tan intenso, ni amor tan grande en el mirar. Nerviosas comieron el pastel y tomaron la leche y Rosaura descubrió que en siete años de casada había olvidado lo que era compartir con alguien un rato distinto, diferente, tan grato.
Así cada vez que Ramiro salía por las mañanas, Rosaura y Virginia pasaban las horas hablando, contando historias y compartiendo vidas. Hasta que un día de esos en que las horas no parecen horas, Rosaura y Virginia se besaron desatando los monstruos dormidos hasta entonces en ellas, absortas en su embeleso no se percataron de la llegada de Ramiro y Alí en el momento justo de aquel primer y único beso que hizo silencio en sus hombres y huída del pueblo a escondidas.
Virginia se fue, no volvió y Rosaura camina desde entonces por las calles del pueblo, cabizbaja, solitaria, con el peso de la culpa sobre sí misma, por el amor prohibido que vivió en un instante de toda su vida.




Migdalia B. Mansilla R.


Noviembre 2002

domingo, 1 de junio de 2008

Ser mujer de mil rostros


En el transcurrir del tiempo me he percatado que ser mujer no es lo mismo siempre, aunque las características genitales sean siempre las mismas. Pareciera que existen diversas categorías marcadas según el rol que nos toca vivir: madre, esposa, profesional, soltera, viuda, divorciada, religiosa, prostituta o lesbiana. Todo esto encarna distintas formas de sentirse mujer. Si en estos momentos comenzara una encuesta y le preguntaran a las mujeres del mundo qué es ser mujer y sentir como tal, me encontraría con que no hay dos conceptos exactamente iguales.

La historia de la humanidad está signada con ejemplos claros de mujeres que no se conformaron sólo con ser mujer y se arriesgaron a ir contra corriente.

Ser mujer implica sentimientos, puntos de vista contrarios, arraigos en la carne que marcan como hierros. No hay duda, Dios al crear al hombre, lo vió tan solo y desolado, tan desprotegido, tan indefenso, que en su infinito amor no le quedó más remedio que crear a la mujer...
De hecho, ser mujer ya es de por sí un reto. Un reto que nos coloca en las situaciones más disímiles. En un día eres mujer en mil imágenes diferentes, en mil roles diferentes, en miles de sentimientos diferentes.

De pronto vas por la calle y no eres la "mujer de la calle", de pronto eres la mujer del supermercado, la que hace compras, que no la dueña; eres la que mira las verduras, las frutas, la que hueles, pesas, palpas, la que mira las etiquetas y recuerda el artículo sobre el amarillo No.5 y las inconveniencias para la salud del glutamato monosódico; pero no eres la supervisora de la tienda, ni quien cultiva lo que llevas a tu mesa, pero sabes mucho de ello, en tus manos y sabiduría está la alimentaciòn propia y la de los tuyos; ah, pero no eres nutricionista, ni la chef de un gran restaurante, eres quien cocina en casa.

Tomas el auto, conduces, vas al Colegio, recoges a los niños propios y a los de alguna vecina, pero no eres taxista, ni dueña de una empresa de transporte escolar.

LLegas a casa, sacas la ropa sucia de la cesta y la clasificas: blanca, de color, de algodón, de licra, lavado rápido, sin exprimir y un largo etc. a tomar en cuenta; pero no eres textilera ni experta de una lavandería.

Coges la escoba o el cepillo, la aspiradora y barres, aspiras el polvo, usas un detergente para los baños, otro para los pisos, otro para las maderas, otro para las celosías, y hay que pulir la plata de la cubertería que heredé de la abuela o el jarroncito que está en el aparador; pero no eres Quìmico ni nada que se le parezca.

Además en tu hogar eres: maestra, economista, psicóloga, médico, enfermera, artesana, jardinera, plomero, electricista, abogada, secretaria, sacerdote, actriz y una mujer muy sexy y complaciente con tu pareja.. y, encima de todo esto "adivina", pues debes saber y encontrar todos los objetos perdidos de la familia. Si a esto le sumamos lo que hacemos en la calle para tener un sueldo o una remuneración honesta, entonces somos obreras de mil fábricas, campesinas de mil huertos y fundos, con miles de oficios, los mismos que día a día realizamos en casa, sólo que en estos nos pagan por hacerlo y en el diario vivir lo hacemos por amor.

!En fìn!, toda una artista de la vida, si lo pensamos bien, Dios nos creó en perfecta armonía con el hombre, para complemento uno del otro, Él, nos creó a su imagen y semejanza, nos creó como es Él, dualidad, simbiosis, unión, dos en uno y trío en uno cuando el hijo existe. Somos el reflejo de Dios, somos su proyección, su creatura, somos obras perfectas.




Migdalia B. Mansilla R.
Noviembre 2001

¿Tercera edad?


Muchas veces me he puesto a pensar en lo que significa la frase , TERCERA EDAD, muchas veces he pensado en lo que trae consigo tales palabras.


Tercera: tercer lugar, a ¿tres puestos más atrás? O..quizás ¿tres puestos hacía delante?


Me niego a pensar que en las Olimpíadas de la Vida vamos recogiendo la medalla de bronce.
Me niego a pensar que en nuestro tiempo de hoy seamos vistos como unos seres extraterrestres que venimos del pasado y que no pertenecemos a este "aquí y ahora" que es la vida.
Leí hace mucho un artículo sobre la marginalidad que me hizo reflexionar sobre los valores, que con el andar del tiempo han ido cambiando en las sociedades de hoy.
No sólo el indigente, el vagubundo de las calles, el que vive a rastras por las grandes o pequeñas ciudades del mundo es un marginal.


Marginal es todo aquel que no cumple con los estereotipos establecidos por los "otros" y que nos hacen a los gordos, discapacitados, enfermos o viejos, unos marginales de la vida.
Esto es injusto pero es una amarga realidad.
Por ello, todos los que hemos llegado a esta maravillosa edad de los cincuenta o más, a todos los que orgullosamente llevamos nuestra eterna juventud de corazón, les invito a que elevemos nuestras voces y hagamos que los "otros" entiendan que "todos" somos una misma especie, y que el llegar a tener más años no nos hace menos, ni tampoco más, por el contrario, al arribar a estos tiempos "dorados", caminamos más despacio porque vamos sorbiendo paisajes, vamos escuchando la vida, vamos siendo la memoria viva de la sociedad a la cual pertenecemos.
Somos capacidad e inteligencia; si estamos de retiro es de nuestros puestos de trabajo, no de la vida. Si nos miramos al espejo quizás nos encontremos con las llamadas "líneas de expresión," pero deben entender que esas líneas son el reflejo vivo de que Dios existe, porque muestran horas andadas , vivencias inmensas, historias grabadas en la piel, y sobre todo, que aún seguimos sobre la tierra.


Así que ¡vamos!, lleguemos juntos a la meta, ganemos todos, la Medalla de Oro.




Migdalia B. Mansilla R.


Un día de 2001

En la comedia humana /un relato de ficción con visos de realidad


Era una reunión de amigos y no tan amigos por lo que pude ver después. Celebrábamos el cumpleaños de la anfitriona de una preciosa casa que también inauguraba.

Sentada en una esquina de un sofá de esos grandes y cómodos, donde el placer de estar se complementa con una buena música, un buen vino y por supuesto, de la compañía agradable de personas afines, me disponía pues a pasar un rato ameno, pero la sorpresa me invadió y como sorpresa al fín, me tomó desprevenida.

En un momento cualquiera llega a la reunión una pareja, él, un hombre de unos cincuenta y tantos años, sin ser un adonis, interesante y guapo para su edad, con él, una joven mujer de estas muchachas de hoy, hermosas y que visten a la moda acentuándola a veces con cierto desparpajo. No bien entraron, comenzó el run run de comentarios que dejaban al pobre hombre y a su acompañante más despachurrados que tomates pisados...

" Que si te fijas, ¡cuánto hace qué se divorció, casi nada, un mes escaso y ya de casorio, claro de seguro que ya vivía con ella...lo que pasa, es que como Marujita ya está vieja, que le daba pena hasta salir con ella..y tán buena la mujer, una santa!...pero ya ven así son los hombres, unos desgraciados. Y ¿ella?...una arribista, quita maridos, quién sabe desde cuándo y con cuantas artimañas se las arregló para separar ese matrimonio..."

En eso, una de las mujeres se voltea hacia su marido y le pregunta, -"¿no te parece que fulano metió la pata al dejar a Marujita por esa roba maridos?-" y el esposo, que casi se le saltaban los ojos y se estrellaban en los lentes, seguía el escote del vestido de la joven que llegaba hasta donde la espalda pierde su santo nombre y pude ver como el hombre papando moscas, asentía como embobado, lleno de la más grande envidia, como pude deducir después al ver los codazos y gestos de complicidad entre él y el afortunado criticado por todas las mujeres, y algunos hombres también.

Pero la cosa no termina allí, es que esto no paraba, parecía de novela lo que estaba viviendo, llega otra pareja, ella, amiga de la anfitriona y por lo que pude comprobar, conocida de vista de mis compañeros de sofá, sólo que ahora era al revés. Una elegante señora, toda una dama y aún de muy buen ver y llega del brazo de un muchacho guapísimo, solícito con ella, amoroso, no la dejaba sola un momento, atento a todo lo que la dama le pedía, y por supuesto el estallido que soltaron mis contertulios fue de pronóstico reservado quedando, los comentarios anteriores en pañales ante esto que escuchaba...

"Pero si esa no es fulanita de tal...chica la que dejó al marido porque dizque éste le ponía los cuernos y ya andaba cabizbaja del peso de los mismos, y míra tú quién era la que los estaba poniendo. Pero si es una descarada.." -Aquí, casi que pego un grito, porque cómo me gusta esa palabra-, pero aunque hubiese gritado, creo que nadie me hubiera escuchado, tal era de atronadores los comentarios que se seguían haciendo.

Me tocaban y jaloneaban el brazo a cada rato para que viera, para que conociera a esa tipa que no tenía verguenza alguna, exponiéndose con ese jovencito, claro se veía el deseo de probar dulces iguales y quitar amargores presentes, y seguían..."pero se le pasó la mano, es un crío para ella"..
Y así despellejaron a la pobre mujer que de haberlo sabido ella, no se hubiera quitado el abrigo ni para dormir.

Pero aquí ocurrió algo que me encantó, la anfitriona conocedora de que su amiga no era tan conocida por las parejas que ocupaban el sofá, llegó con ella y con el joven a presentarlos, para que se unieran a la fiesta sin temor al desconocimiento y lo hizo como se hacen estas cosas: "Amigos, sé que muchos de ustedes habrán visto alguna vez a Rosa De La Fuente, la pintora y escultora que expone sus obras en el Museo Contemporáneo de la Ciudad, tengo el gusto de presentársela con su Hijo, que recién termina sus estudios de Arte en Francia y después de estos años viene a ayudar a su mamá en el trabajo del Museo."
Las quijadas de todos los que estábamos en el sofá cayeron casi al piso del asombro, la mía también , pero de la carcajada que no pude reprimir... Y entonces ví, como la comedia humana seguía su curso y quedaron expuestas y a la luz la falta de caridad, de respeto por el otro, la mezquindad en el trato, la envidia que corroe y el placer de crear rumores y chismes sin fundamento, ni conocimiento de causa, y, es que antes de hablar debemos saber primero, de quién estamos hablando, murmurando, con qué intención, ¿qué ganamos con ello?, el ¿morbo de molestar?, de hacer sentir mal al otro por el hecho de que ¿vemos ojos bonitos en cara ajena?
A veces expresamos palabras que hablan de afecto y amistad en privado, pero al estar en grupos, surgen otras expresiones ruines, que denotan mezquindades odiosas, por no querer reconocer el valor del prójimo, próximo y cercano y que nos brinda desinteresadamente, lo mejor de sí o a veces y lo que es peor, sólo por seguir la corriente de los caciques del rumor y el chisme, haciéndonos a veces abanderados de causas ajenas por el simple hecho de desplazar a otros, en lo que creemos es sólo de nuestro absoluto dominio.
Así tristemente en muchos casos, dejamos al descubierto esa parte, fea, sin nobleza y solidadridad en la amistad que se declara muchas veces verdadera. Cuidemos nuestro trato con los demás, no dejemos que esos duendes malignos hagan mella en nosotros y nos coloque sobre todo a estas alturas de la vida, en situaciones poco menos que de chicos parvularios, que ante la ignorancia de lo que es el trato humano, se comportan crueles con los compañeros de clases, porque aún no han definido sentimientos, ni el sentido , ni el proceder de la amistad.
El respeto propio y por el otro es la base de toda relación humana, respeto por sus creencias, su raza, su nacionalidad, su vida. No lo olvidemos nunca y hagamos de ello nuestro norte. Termino con dos pensamientos para reflexionar:

"La conversación es una cosa superflua como necesaria, en la cual unos dicen siempre lo que saben y otros no saben lo que dicen"
Marie-Francoise De Boufflers

"No debe juzgarse a los hombres como si fueran un cuadro o una estatua, o sea, a primera vista, hay un interior y un corazón en qué profundizar. El velo de la modestia encubre el mérito y la máscara de la hipocresía esconde la realidad"
Jean De La Bruyere.

Migdalia B. Mansilla R.
08/01/2002

De la Mano de Dios

........................................... MigMigdalia Diciembre 2007

El día trece de enero del año 2000 supe que era una "brizna de paja en el viento".
Ese día supe que tenía cáncer de mama. Ese día supe que la vida, que los años vividos hasta entonces, 49, se me hacían chiquitos, etéreos, vacíos.


¡Dios! ¡Cuántas cosas aplazadas para después! !Cuántas vivencias dejadas de lado para esperar, que fuera el día mejor indicado!


De pronto, comprendí que la vida la tenía en un puño cerrado y al abrirlo, se me escapaba entre los dedos el tiempo, que ilusa de mí, tenía por seguro.
En los ochos días siguientes tuve que cambiar todo, tomar decisiones, enfrentar el dolor de decirle a unos padres ancianos que su hija, tenía cáncer.
Mirar a los seres que te aman y decirles, bueno... ¡estoy en peligro!
Comprender que el Padre Nuestro es una Oración en la cual repites diariamente: que se haga Tu Voluntad, mas, no la mía, sea ésta la que fuera. Pero la voluntad de Dios era el salvarme, porque ante la terrible noticia se escondía la mejor de las promesas: ¡podía curarme!
Podía salir adelante y seguir viviendo, como lo hago hoy, saboreando, cada instante de vida, cada sorbo de agua, cada alimento para mi cuerpo, cada respiro para mi alma.


No existen recetas mágicas para enfrentar cualquier enfermedad que nos coloca al umbral de la muerte, pero yo seguí unos pocos pasos que espero sirvan para otros que están sufriendo la agonía de una noticia inesperada.


Primero: Serenidad, dejar de lado la angustia y dar paso a la tranquilidad, para poder pensar con claridad.
Segundo: Hacer de tu médico tu mejor amigo y con él llevar a cabo todos los tramientos.
Tercero: Alegrarse, reír , dejar de lado la tristeza y pensar, "si hubiese sido mi tiempo, no lo hubiera descubierto tan a tiempo".
Cuarto: Ayudar con tu temple y tu alegría por vivir, a los seres que te rodean y que necesitas hoy más que nunca, ayudarlos a ayudarte. De seguro sentirás la solidadridad de todos.
Y por siempre, tener Fé y sentir que de la Mano de Dios hoy recorres los caminos que tienes trazados en la vida.
Hay que perderle el miedo a las palabras, cáncer, sida, diabetes, cardiopatías..., y seguir adelante, sanar y sentir que vales para Dios y para los hombres.
Que eres testimonio vivo de que cuando realizas las cosas como debes, todo sale bien.
Hoy la brisa no sólo toca mi cuerpo, lo envuelve, hoy la mirada de un niño es una gloria, el beso de mamá es una dicha, la voz de mi papá una esperanza.
Hoy el abrazo y la compañía de mis amigos hicieron reconciliarme con la vida.
Mis hermanos, mi familia se hicieron grandes en este mundo "ancho y ajeno".
Hoy soy una mujer afortunada y feliz de estar escribiendo estas letras.




Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: un día del 2001