Neblina
Escarbaba la tierra, las uñas rotas, los dedos le sangraban. Sabía estaba en algún lugar del patio, él mismo la había enterrado. Pero, ¿dónde? Diagonal al sauce quizás, debió ser allí, recordaba que las sombras de unos brazos extendidos se mecían sobre el lugar. Sí, allí tenía que estar. Escarbó con más furia, con toda la fuerza de la que era capaz. De pronto, algo relucía desde el fondo, un brillo extraño le cegó y una carcajada reinó en medio del silencio de la noche, vestida de luna llena.
_¡Mi amor!, ven a ver estos árboles secos, mira qué formas extrañas tienen, -le decía ella- tomándolo por la cintura mientras la brisa los envolvía y la neblina tenue pasaba revoloteando entre las ramas del sauce que cada tarde lloraba sin consuelo_
Él, miró de reojo los troncos viejos, una media sonrisa hizo mueca en su rostro, una luz extraña, se encendió en sus ojos de mirada perdida. Sus manos sin control apretaron hasta romper el cuello de ella.
Cuentan los vecinos de la casa de la loma, la de los troncos en el jardín, esos que tienen formas extrañas, como humanas; la que nadie habita desde el día en que encontraron muerto al abuelo recostado al sauce, que cada anochecer se escucha un llanto entre los árboles, aunque no haya viento que los acongoje y sólo una niebla espesa se aposente en ellos.
Migdalia B. Mansilla R.
Agosto 18 de 2006
Escarbaba la tierra, las uñas rotas, los dedos le sangraban. Sabía estaba en algún lugar del patio, él mismo la había enterrado. Pero, ¿dónde? Diagonal al sauce quizás, debió ser allí, recordaba que las sombras de unos brazos extendidos se mecían sobre el lugar. Sí, allí tenía que estar. Escarbó con más furia, con toda la fuerza de la que era capaz. De pronto, algo relucía desde el fondo, un brillo extraño le cegó y una carcajada reinó en medio del silencio de la noche, vestida de luna llena.
_¡Mi amor!, ven a ver estos árboles secos, mira qué formas extrañas tienen, -le decía ella- tomándolo por la cintura mientras la brisa los envolvía y la neblina tenue pasaba revoloteando entre las ramas del sauce que cada tarde lloraba sin consuelo_
Él, miró de reojo los troncos viejos, una media sonrisa hizo mueca en su rostro, una luz extraña, se encendió en sus ojos de mirada perdida. Sus manos sin control apretaron hasta romper el cuello de ella.
Cuentan los vecinos de la casa de la loma, la de los troncos en el jardín, esos que tienen formas extrañas, como humanas; la que nadie habita desde el día en que encontraron muerto al abuelo recostado al sauce, que cada anochecer se escucha un llanto entre los árboles, aunque no haya viento que los acongoje y sólo una niebla espesa se aposente en ellos.
Migdalia B. Mansilla R.
Agosto 18 de 2006
6 comentarios:
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Es un cuento fotográfico. Se adhire al alma lo descripto.
Saludos,
Ana Lucía
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Sabes como amo este tipo de relatos; una maravilla.
besos
Liliana
he recorrido todo tu espacio y volado con las palabras al viento que brotan de tu corazón, un paseo de letras llenos de amores y amistadfué un placerbesos myrtha
¡Gracias por visitar mi Blog!
Myrtha Milella
http://poesiaynostalgia.blogspot.com
Besos para ti, tu cuento una leyenda, un sueño que viene casi aéreo a nuestras vidas. Estas tú, abrazos Julia
http://Eltuturutudejulie.blogspot.com
http://Juliesusfotosuyescritos.blogspot.com
Una trama inteligente para un cuento que en pocas líneas lleva suspenso y un profundo drama. Es de Mig, menos no se puede esperar, mis afectos amiga para siempre.
Esa neblina me pone en guardia.
Un beso
Maria
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